Saturday, April 08, 2006

Cada uno de nosotros, aunque viniéramos al mundo por casualidad, -si es que se puede decir eso; si es el que el mundo utiliza esa palabra- acabamos formando parte de nuestra época, o sea que nosotros mismos poco a poco o rápido vamos asimilando al mundo y él también nos asimila. A nosotros se nos recordará como a los que nada cambiaron, nada sufrieron, todo lo consumieron y todo lo probaron. A nuestros abuelos se les recuerda, o yo les recuerdo, como los que todo lo cambiaron, todo lo sufrieron, nada consumieron y nada probaron. Una vez leí en un libro que a nuestros abuelos les pareceríamos auténticos estúpidos gastando todo el dinero que gastamos; ellos hacían todo lo contrario, acumulaban. Coge la palabra "mundo" y cambiala por "economía". Como antes dije el mundo nos asimila y nosotros le asimilamos. Su economía era otra otra, era un capitalismo pimigenio, era el capitalismo donde los obreros producían. Hoy en día os obreros producimos y luego consumimos esos miles de productos que hemos producido. Simple, ¿no?.
Siento esta batalla dialéctica que me he marcado con la hoja en blanco porque simplemente con decir "cada una pertenece a su tiempo" podría haber aprovechado para otro día escribir sobre ésto, sobre como ha cambiado el capitalismo, y cómo sin querer la lucha de clases también ha llevado al obrero a participar más del mercado sin quererlo.
Bueno iré al grano, y engrasaré mi cabeza para entrar al trapo.
¡Mi Abuelo representa la historia de este país! Jamás títulos fueron tan sugerentes y prólogos tan enfrascados.
Ayer me vino a la cabeza una escena que se repetía todos los viernes de verano; al salir del cole, mi madre y mi abuelo me esperaban en nuestro 4L -cuatro latas, que todo el mundo decía- y cruzábamos la ciudad a velocidad maternal hasta llegar "a la montaña". Por lo que tardábamos, seguramente era una pineda de extraradio, que servía de picadero y vertedero a la vez. La verdad es que a mi me parecía el sitio más maravilloso dónde se podía estar , con las personas a las que más quería. Cómo me gustaba el bocata de salchichas que me preparaba mi mamá "con todo el amor del mundo". Pero lo mejor de lo mejor, era "la pelea de cañas" que sosteníamos mi abelo y yo. Consistía en coger unas cañas de un cañizal que había por allí, arrancarlas y pelarlas con la navaja de mi abuelo- ¡Oh! La navaja de mi abuelo- y darse cañazos el uno al otro. Yo me transformaba en un caballero medieval al menos de sentimiento y actitud, y mi abuelo era un digno rival, audaz, con técnica y que jamás se cansaba. Para un niño, una de las mayores aptitudes que pueden tener sus mayores es que no se cansen.
Ayer pensaba en mi abuelo, en todo lo que sé de él, en todo lo que no sé y por todo por lo que hubo de pasar.
Mi abuelo, no era mi abuelo, esa es la verdad, era el abuelo de mi hermana, pero el amor es la más grande de las familias.
Mi abuelo se llamaba Benigno, y así era su ser, para qué darle más vueltas, uno de esos nombres antiguos que hoy hacen un poco de risa pero que igual tienen una magia que ya se ha perdido. Yo me llamo Sergio y quiere decir "guardián"(¡!). Por dios, guardián de qué, vaya nombre estúpido y vaya nombre más de mi época.
Nació en una aldea galega que no recuerdo de nombre y en la que jamás he estado pero que forma parte de mi geografía mental; como hawai o california, por decir algún sitio inaccesible y presente. Su mujer se llamaba Hermitas, este sí que hace risa, que me perdone la yaya Hermitas allí dónde esté. Por lo que consigo hilar en el telar de mi mente, mi abuelo tenía que ser de derechas, no creo que fascista aunque sí un simpatizante cristiano de la C.E.D.A. Quién sabe, igual lloró cuando mataron a Calvo Sotelo. Quién sabe cuántas veces más tendría que llorar. Quién sabe ya nada, mi abuelo es una placa en un cementerio y un trofeo preciado en mi mente.
Digo ésto porque me explicó que estuvieron a punto de fusilarlo porque llevaba un cinturón cuya hebilla era una cruz, así que él decidió marcharse a Cuba. Y así lo hizo. Antes la gente pensaba las cosas y las hacía, reflexionar es un verbo que inventamos más tarde. Si no había dinero la decisión ya estaba tomada. Así que este hombre se mete de polizón en un barco y se cruza el Atlántico. Que fácil. Que rápido de escribir. Ignoro que hizo o dejó de hacer allá. Solo tengo el recuerdo de un relato sobre el prostíbulo en Santiago de Cuba y lo mal que olían las negras. Nunca he estado en un prostíbulo y las negras huelen a gloria. Por lo que he de suponer que era un prejuicio de un cristiano derechista.
Llega la revolución cubana, y los barbudos "invitan" a todos los extrangeros a abandonar la isla, y cómo no Benigno se vuelve a marchar como polizón. Que fácil, que rápido de escribir.
Mi abuelo era muy espontáneo, por razones que nunca he llegado a entender de vez en cuándo me decía. "mira que güevos más grandes tengo" . Mientras decía eso se bajaba sus pantalones, enseñaba su viejo sexo sin vello y se apretaba un testículo. Aquella era visión como de otro mundo. Yo, que me solo había visto los genitales pequeños de mis amiguitos, veía aquellos testículos enormes como si fueran pelotas de tenis encarnadas, como si aquello fuera algo irrepetible que nunca más existiría. No pensaba en que yo también las llegaría a tener; no sabía que la fuerza de la gravedad también actúa en los hombres y que los testículos de los hombres mayores son el resultado de esta lucha.
Mi abuelo tenía bastante dinero, todo y que era portero. Trabajó de portero hasta que se jubiló. Cómo recuerdo las tardes de domingo en la portería abarrotada de papeles de diario, escuchando El carrusel deportivo. Ignoro si a mi abuelo le interesaba el fútbol, pero había algo que sí le interesaba !Las quinielas¡ Mi abuelo hizo un pleno al quince. Posiblemente era el portero más rico de Barcelona. Pero jamás pensó en dejar su trabajo !Cómo me gusta la gente que ama su trabajo! Recuerdo aún como íbamos los dos de casa en casa pidiendo la basura de los vecinos para después ir a tirarla. Para mí aquello era grande. Una de las cosas que más aprecian los niños es hacer las cosas que hacen los mayores, y aún más, hacer cosas que sirven a los mayores. Entrar de tu a tu, no como niños.
También se dedicaba a trabajar en casa de mis padres incansablemente. Era como el señor de mantenimiento. Lo mejor era las herramientas que utilizaba. Estaban completamente desfasadas aunque a mi me parecían de última tecnología. Recuerdo especialmente "la barrina"; hija del taladro y hermana muy perqueña del taladro autónomo. Que pena me dan esas herramientas a las que para nadie sirven y a las nadie nunca más tratará con el respeto que merecen.
Qué pena me dio mi abuelo cuando su cerebro, que yo también creía de última tecnologia, estaba desfasado, como sus herramientas. También descubrí que aunque el amor es la más grande de las familias, yo ya no pertencía a ella, a su familia. A ella pertenecían sus hijos, sus nietos, a los que yo jamás había visto y solo había oído nombrar, y yo no cabía. Nadie sabía realmente quién era yo. Para mi abuelo podía ser el vecino, o un primo del pueblo, y para los demás también. Todo el mundo preguntaba quien era yo, y el único que lo podía decir era él y él tenía su cabeza en los prostíbulos, en los pelotones de fusilamiento, en los malos olores y en los plenos al quince.
Me sentía como un culpable que solo puede ser salvado por un ciego que no ha visto nada.
Cuando mi abuelo murió no me sentí digno de ir a su funeral. Sentí pena por mí, - quizá fue la primera vez que sintiera pena por mí- como la pena que siento por sus herramientas roídas y sucias que yacen en la terraza de mis padres. Aunque a decir verdad, si de algo me siento digno, es de todo el amor que sentí por él.
Sin revisar serch; 1 abril.

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